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Gerardo Chávez-Maza

La pandemia no nos ha sacudido a todes por igual. Este contexto contingente e incierto ha evidenciado las debilidades de un Estado claramente precario y ha revelado una agencia político-social que incorpora el privilegio de clase, la discriminación y la intolerancia. Sin duda alguna, nos queda mucho por resolver para reconocernos como seres afectivos, diversos y mágicos, legítimos herederos de esta nuestra tierra pluricultural.

Ante tanta dificultad y necesidad, es difícil identificarse honestamente desde una posición en la que el confinamiento ha mutilado no solo la continuidad de nuestras vidas, relaciones y dinámicas sociales, sino que también ha limitado el acceso a opciones de participación a partir de las nuevas geografías que ocupa el arte hoy por hoy. Debemos de reconocer, sin embargo, que la digitalización ha facultado un espacio relacional y seguro, ya que, a pesar de ciertos sucesos puntuales ocurridos —y posibles— dentro de un tejido tan incontrolable como el digital, muches han podido acceder a espacios de intercambio e información en los que antes hubieran estado sujetes a una lamentable discriminación o segregación. Espacios institucionales y hegemónicos de nuestro tantas veces cuestionado y quebradizo ecosistema del arte, que antes mantenían una postura hermética, han afrontado hoy el desafío y han abierto posibilidades al democratizar sus contenidos y propósitos comunitarios; algo muy positivo si evaluamos el panorama reciente —y hasta antológico— de las exhibiciones en el milieu galerístico comercial de Lima y lo segmentarias que estas han sido.

Es en esta misma línea, que durante los meses precedentes me he cuestionado sobre los escenarios de trabajo no remunerados a los que los trabajadores del arte se ven expuestes todo el tiempo; descalificando sus procesos, alcances y capacidades. Ha sido importante tomar conciencia de las porosidades que conlleva una reevaluación de la práctica curatorial en un momento en el que es esencial asumirse como una herramienta de análisis para imaginar, plantear o establecer universos posibles, conjuntamente con los artistas.

No quiero dejar de mencionar que el trasladar y evidenciar las economías del sistema del arte hacia —y en lo virtual— conlleva en sí mismo un compromiso y una valoración del trabajo hecho por los artistas. Por esa razón, agradezco la invitación de hacer la selección para este catálogo, pues ello me ha permitido tender puentes de reflexión y reciprocidad entre mitologías individuales. He vuelto a conectar con amigues querides con les que he trabajado y compartido en el pasado —o que espero trabajar en un futuro próximo—.

Cada vez comparto menos el interés por tender conformaciones representativas, por el contrario, busco establecer vínculos cálidos en los que el porque aquí y porque ahora sean ejes de mi trabajo, desde un enfoque que evade una retícula racional para establecer un proceso relacional, ritual y de acompañamiento. Desde hace unos años me encuentro trabajando, motivando e imaginando un Perú descentralizado en donde sea posible un mayor y más democrático acceso a espacios no institucionales que tengan la misión de articular nuevas posibilidades de encuentro, intercambio y diálogo en torno a experiencias, a través y con, el arte y la curaduría.

Un factor en el que es fundamental insistir es que la cultura sea una política de estado transversal y estructural que permita la promoción, el desarrollo, la agencia y la producción de propuestas de las artes visuales al interior del país. Los estímulos económicos que otorga el Ministerio de Cultura ha sido un gran primer paso, bastante reciente, pero que, en mi opinión, yace limitado a un proceso burocrático y rígido, que no se alinea con la espontaneidad del ejercicio conceptual y procesual de algunas propuestas. A la par, es necesario fomentar alternativas académicas de calidad y oportunidades de profesionalización más amplias e inclusivas.

Mi selección ha estado informada principalmente por una cuota de esperanza y expectativa de sanación, de encuentros individuales y el planteamiento de realidades oníricas posibles y que han encontrado en su realización un espacio de restauración. Clave son la imaginación y la intuición, y la correspondencia entre lo narrativo y retórico sin que se promocione una matriz literal. Abarca cuestionamientos primarios sobre el origen, en tanto se manifiestan ciertos antagonismos: lo terrenal y lo universal, lo táctil y lo etéreo, lo cotidiano y lo mágico, lo inédito y lo referencial. Quiero pensar que la forma poética de las obras aquí presentadas tiene el potencial de cuestionar la incertidumbre de una intimidad, de una proximidad ambigua. Quiero creer en una dimensión en la que sea posible seguir soñando juntes.

Gerardo Chávez-Maza

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